Todos los fanatismos son peligrosísimos, pero entre ellos, el religioso es uno de los peores -si no el peor de todos- porque bajo el pretexto de que es “voluntad de Dios”, “designio de Dios”, “ofensa contra Dios” y muchos otros argumentos de la misma especie, se cometen las mayores atrocidades. Lo hicieron los judíos hace cuatro mil años; los cristianos en la época de las Cruzadas, la Inquisición, en tiempos del antisemitismo medieval, y en las persecuciones al Islam, por citar solo los ejemplos más conocidos. En nuestros tiempos, todavía lo hacen ciertas sectas extremistas de los musulmanes, como las que controlan las llamadas “repúblicas islámicas”, como Irán.
Majid Reza Rahnavard, un luchador de wrestling, fue ahorcado en público en la ciudad iraní de Mashhad en una especie de grúa torre, donde todo el mundo pudo verlo, como un castigo ejemplarizante por haber participado en las protestas por el asesinato de Mahsa Amini, la joven de 22 años que fue golpeada por la policía moral hasta matarla, supuestamente por “incumplir una norma de vestimenta”.
Hoy hay once sentenciados a muerte por participar en las mismas protestas. En los casi tres meses de protestas desde el asesinato de Amini, más de 400 personas han muerto y al menos 15.000 han sido detenidos en Irán, según reporta la ONG Iran Human Rights, con sede en Oslo, Noruega.
El caso que ha sonado más en los últimos días es el del futbolista Amir Nasr-Azadani, condenado a morir en la horca por las mismas razones: haber participado en las protestas. Tal vez tiene mayor resonancia porque estamos en época de Mundial de Fútbol. Voces airadas en todas partes del mundo se han hecho sentir, pidiendo un pronunciamiento de la FIFA. La verdad es que dudo mucho que la FIFA vaya a tomar posición, cuando ha demostrado ser una de las instituciones más corruptas del mundo. “Por la plata baila el mono”, decimos aquí y en la FIFA hay bastantes simios, por desgracia. Empezando porque no han debido considerar a Catar como sede del Mundial, cuando saben de sobra cómo se violan los derechos humanos en ese país.
El hecho es que, en todo el mundo, no solo los activistas de derechos humanos, sino los ciudadanos de a pie han levantado sus voces de protesta por los exabruptos, los actos de salvajismo puro y duro y los asesinatos que se están cometiendo en Irán “en nombre de Dios”. Según ellos, Azadani confesó “Haber ofendido a Dios a propósito” y con eso se gana la condena a muerte.
Los barrios de Teherán se han convertido en auténticos hervideros y cada vez más -y a pesar de las represiones- sobre todo los jóvenes gritan consignas de “muerte al dictador”. Y pensar que la mayoría de sus abuelos aplaudieron cuando destronaron a un hombre de avanzada como el Sah Mohammad Reza Pahleví e instalaron -por insólito que parezca, con apoyo de occidente- al ayatolá Jomeini. Ese mismo occidente que hoy se queja del exabrupto. Pasaron de la “Revolución Blanca” del Sah (que contemplaba igualdad de derechos para las mujeres, programas contra el analfabetismo, cambio de calendario, entre otras) a la “Revolución Islámica”. Los resultados están a la vista. Algo parecido a lo que nos pasa en Venezuela, pero con motivos religiosos.
Escribo este artículo el jueves 15 de diciembre en la noche. Todavía no se han llevado a cabo las ejecuciones. Pienso que si todos unimos y elevamos nuestras voces en protesta quizás se pueda salvar a esos muchachos, cuya única culpa fue protestar por un asesinato. En 2019 se logró hacerlo. Mi palabra de apoyo a los iraníes que luchan hoy por su libertad. Que tengan éxitos en su lid. Razones no les faltan. Motivos les sobran.
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